José Antonio Pérez Ramos & Jorge Galán | 29 de enero de 2021
Hayk Kasamanyan ha dedicado buena parte de su vida a investigar sus raíces armenias y la historia de su pueblo, uno de los primeros en adoptar el cristianismo.
Al filo de la mañana del 27 de septiembre, el ejército azerí abría un intenso fuego artillero sobre las posiciones armenias en el disputado territorio de Artsaj o Nagorno Karabaj, región montañosa del Cáucaso Sur, de mayoría armenia, cuya soberanía y control se disputan desde hace décadas las repúblicas de Armenia y Azerbaiyán. El sangriento deshielo de un conflicto, eufemísticamente llamado «congelado» por unos, «latente» por otros, mostraba que no se trataba de una escaramuza más, de una subida de la temperatura, sino del más viejo de los fenómenos políticos: la Guerra. Una guerra plena, en su sentido existencial, un conflicto finisecular de naturaleza religiosa, política, étnica y económica, que posee sus causas remotas en los voluntaristas movimientos de fronteras de un georgiano, el camarada Iósif Stalin. El mismo racionalismo político que denunciaba Oakeshott con la destrucción del Imperio austrohúngaro por las democracias aliadas tras la Primera Guerra Mundial. El capricho de dibujar fronteras, como si campos y tierras fueran meros planos y los pueblos entes desprovistos de ser, es siempre la semilla para una nueva destrucción.
Bajo el estruendo, multiformes sombras de horror y dolor acechan de nuevo la conciencia del pueblo armenio, siempre lacerada por el genocidio —como reconoció el Papa en 2016— perpetrado por el Imperio turco a principios del siglo XX. Y el silencio. El silencio generalizado de la comunidad internacional, que ve con indiferencia cómo las acciones de fuerza se presentan como hechos consumados, dejando en papel mojado los trabajos del Grupo de Minsk. El silencio ante el ataque a cementerios y templos cristiano-armenios por milicias azeríes. El silencio ante el intento de borrado cultural de lo armenio en el Alto Karabaj, al igual que ha sucedido en Najicheván. Un silencio que impide la paz y la reconciliación auténticas entre estos pueblos caucásicos.
En esta nueva especie de Cuestión Oriental, la geopolítica envuelve la metapolítica de grandes potencias y viejas civilizaciones. Quiénes son los jugadores en este tablero. Renace el panturquismo, resumido en la fórmula «dos Estados, un solo pueblo». Turquía —no olvidemos, miembro de la OTAN— a través de una síntesis de nacionalismo e islamismo, que tiene su imagen simbólica en la criticada reconversión de la vieja catedral de Hagia Sophia, pretende imponer su hegemonía desde el Caspio al Mar Negro y actúa de hermano mayor de Azerbaiyán, al que apoyan militar y económicamente. En realidad, se trata de una alianza implícita, como se ha podido ver en la celebración de una parada militar conjunta por Alíev y Erdogan, tras el armisticio entre Bakú y Ereván. Los azeríes, que aducen la legalidad internacional en su favor, han contado en los últimos años con un crecimiento económico y político —como se muestra en la mejora de relaciones con la UE e Israel— que ha propiciado un salto cualitativo de sus capacidades militares y, al fin, el desquite de la cruenta guerra de 1988-1994.
La República Islámica de Irán, que apoya a Armenia, pues ve con temor el expansionismo turco y los peligrosos movimientos en su frontera con Azerbaiyán, una zona con buena parte de población étnicamente azerí. Un apoyo que, además, es reflejo de la complejidad histórica de la región y de su imposibilidad de reducir burdamente el conflicto a una lucha entre mahometanos y cristianos. Una Unión Europea inoperante, dedicada a lanzar melifluas notas de prensa. En el interior, empecinada en políticas suicidas; cara al exterior, incapaz de constituirse como un actor decisivo. Pero, sobre todo, huera de todo sentido civilizacional. Y la Federación Rusa, que sostiene al Estado armenio, al que está obligado a proteger de acuerdo con el Tratado de Seguridad Colectiva (1994). Mediadora efectiva de un conflicto que la sitúa como actor principal y la hace avanzar inteligentemente posiciones en el Cáucaso. En el fondo la única cuyo poder efectivo impide la destrucción de Armenia por sus hostiles vecinos. Rusia, cuyo mundo posee una diferente filosofía del tiempo y se rige por coordenadas espirituales y estratégicas de imperio. Las águilas moscovitas, siempre preparadas para alzar el vuelo de retorno a Tsargrad. Un Jano que se mueve entre la pura realpolitik y su papel de protector de la civilización germinada del cristianismo oriental. Una protección que lleva aparejada la obediencia; una ley eterna de lo político que, en ocasiones, olvidadizos aliados han de pagar. Un nexo que Carl Schmitt supo poner de manifiesto: el protego ergo obligo es el cogito ergo sum del Estado.
Para conocer mejor tanto la historia armenia como algunas claves de la reciente guerra del Alto Karabaj, sus orígenes religiosos y culturales remotos, y la situación geopolítica, hablamos con Hayk Kasamanyan, armenio afincado en España desde hace más de dos décadas. Hayk es abogado, politólogo y miembro de la asociación «Casa Armenia». Ha dedicado buena parte de su vida a investigar sus raíces armenias y la historia de su pueblo, uno de los primeros en adoptar el cristianismo. En las últimas semanas, ha multiplicado sus esfuerzos para informar sobre el sangriento conflicto que ha sacudido el Alto Karabaj y que el 10 de noviembre culminó con un armisticio que resulta difícil no considerar como el reconocimiento de una completa derrota militar por Ereván. Entrevistas en televisión y prensa, reuniones con parlamentarios españoles o, incluso, un debate con un delegado del Gobierno de Azerbaiyán en España, han marcado su agenda.
Pregunta: Hayk, seguramente son momentos de no poca desazón para cualquier armenio a raíz de los recientes acontecimientos bélicos en Karabaj, pero déjenos que abramos esta conversación con una pregunta simple y obligada, ¿qué lleva a un armenio a España?
Respuesta: Creo que deberíamos empezar con mis antecedentes familiares para explicar cómo acaba un armenio en la Costa del Sol. En mi familia tenemos controlado nuestro árbol genealógico desde hace más de 200 años, más que nada, nos hemos visto obligados a hacerlo porque siempre hemos estado viviendo rodeados de musulmanes. En nuestro caso, mi familia procede del antiguo reino armenio de Cilicia, originado antes de las cruzadas, pero al que el papa Inocencio III le concedió el estatuto de reino. Fue un firme aliado de los Estados cruzados fundados por los europeos y se consideraba a sí mismo como un bastión de la cristiandad en Oriente.
Mi familia siguió viviendo en aquel reino, pese a que cayó bajo el poder otomano. Durante siglos hemos sido ciudadanos de segunda, porque se nos aplicaba el dhimmi, que es una institución de derecho islámico que permite a otras religiones monoteístas seguir viviendo en las tierras conquistadas por el islam, pero asumiendo que son ciudadanos de segunda, por así decirlo.
Acercándonos más al presente, mi abuelo nace en un campamento de refugiados en el Líbano, ya que mi familia desciende del genocidio armenio. Luego se traslada a vivir a la URSS cuando Stalin invita a los armenios para repoblar Transcaucasia, y es cuando regresamos a Armenia.
En Armenia, hasta la persona con menor formación religiosa sigue los protocolos de la Iglesia Apostólica Armenia. La religión cristiana es lo que cohesionaHayk Kasamanyan
Pregunta: ¿Cómo se las arregló su abuelo en la Armenia soviética? No tuvo que ser fácil…
Respuesta: Mi abuelo estudió Veterinaria, pero no acabó la carrera, porque su hermano mayor y su padre murieron el mismo año y se convirtió en cabeza de familia con veintipocos años. Yo siempre digo que mi abuelo fue uno de los que se cargaron el sistema comunista. Mi abuelo trabajaba en la fábrica del pan, que allí no era como aquí en España. Había macrofactorías de pan propiedad del Estado que tenían su red de transportistas y trabajadores, mi abuelo trabajaba en esa red. En la URSS se calculaba cuánto pan iba a consumir cada habitante y ello se hacía a la baja para no desperdiciar pan. Entonces mi abuelo llegó a formar parte de una red que suplía las carencias del mercado; trabajaba para el Estado, pero de forma paralela distribuía pan entre la población.
Mi abuelo murió en la Armenia independiente. Salió en 1939 de Hatay, que era un protectorado que Francia traspasó posteriormente a Turquía. Lo curioso de mi familia es que en las últimas cinco generaciones nadie ha nacido y fallecido en la misma localidad. Todos han sido ciudadanos de diferentes países: súbditos del Imperio otomano, ciudadanos de la URSS, de la Armenia independiente, de España…
P.: Hayk, según tengo entendido, su padre participó en la Primera Guerra del Alto Karabaj (1988-1994) durante el desmoronamiento de la URSS.
R.: Sí, él estuvo unos meses, solo participó para asegurar posiciones en un momento en que el curso de la guerra favorecía a Armenia. Estaba en las trincheras, guardando posiciones para que el enemigo no atacase. Pero fue suficiente como para quedar marcado, puesto que vio en primera persona escenas muy duras. Como ejemplo de las dificultades vividas, él cuenta que la comida caliente no llegaba a la trinchera, que tenían grandes dificultades para comer y que en ocasiones se veían obligados a cazar animales.
P.: A la caída de la URSS, se añadió la situación posbélica, se mezclaban todos los elementos para el drama humano.
R.: Después de la guerra del Alto Karabaj, la situación de Armenia era muy penosa en aquella época. Cuando la URSS se fue al traste, era una economía tan interdependiente que la situación desembocó en una paralización total. Por ejemplo, las turbinas industriales se producían en Kazajistán y Rusia, y luego se montaban en Ucrania. Eso provocó una economía paralizada en los años 90, con constantes cortes de luz y gas en Armenia. Y por eso decidimos irnos.
Stalin pidió que la República Autónoma de Nagorno Karabaj se pusiese bajo la administración de la República Socialista Soviética de AzerbaiyánHayk Kasamanyan
P.: Que estudiara Políticas en España vino dado…
R.: La razón para estudiar Ciencia Política fue la de tratar de explicar de forma científica la lucha por la supervivencia de mi pueblo. Cuando era pequeño, mi abuelo me sentaba en sus rodillas y me decía: «Cuando crezcas, tendrás que ver a los turcos derrotados», le condicionaba mucho el hecho de haber tenido una obligada vida de nómada; tuvo que sufrir bastante. En aquel momento no lo entendía, pero mi abuelo fue el primer contacto que tuve con la historia de Armenia y su realidad como pueblo. Pensé que estudiar Ciencia Política me ayudaría, pero me equivoqué mucho. En España la Ciencia Política se focaliza en América Latina y el Magreb y es difícil saciar el interés por el conocimiento específico en otras zonas como Transcaucasia. Además, cuando cursé mis estudios me encontré con algunos profesores con unas ideas preconcebidas sobre Turquía y su papel como potencia democrática en la región, que estaban escasamente documentadas y que, desde luego, contrastan con la realidad del sistema político turco y el tratamiento que en el mismo se dispensa a las minorías.
P.: Hagamos un poco de historia, Hayk. Suele perderse de vista la primigenia actividad evangelizadora en la llamada Asia Menor y en las zonas de influencia siríaca, tanto es así que Armenia es considerado por muchos el primer reino cristiano.
R.: Sí, efectivamente. Al principio, el cristianismo era una secta perseguida; como en todo el mundo, los armenios eran politeístas por la influencia persa. Cuando llega la religión cristiana a Armenia hay un rey, Tiridates III, que, influido por san Gregorio el Iluminador, que es el patriarca de la Iglesia armenia, manda a convertir a todo el Estado. Se convierte el rey y obliga al resto de los súbditos a que se conviertan, en torno al año 301, antes del Edicto de Milán. Entonces Armenia se convierte en un baluarte del cristianismo. Ya no solo se convierten ellos, sino que pasan la religión a Georgia y a Albania Caucásica, que en la actualidad es Azerbaiyán. Luego existen unos fuertes vínculos con los griegos y bizantinos en los aspectos religiosos. Ha sido una conversión sin retorno, porque en la historia de Armenia ha habido muchas veces incentivos o coacciones para la conversión y los armenios han persistido, porque para ellos el cristianismo es parte de su identidad nacional. Para ellos no cabe renunciar a la fe cristiana.
P.: ¿Se puede decir que el vínculo esencial de la identidad nacional armenia es la fe cristiana?
R.: Sin ningún tipo de duda. En Armenia, hasta la persona con menor formación religiosa sigue los protocolos de la Iglesia Apostólica Armenia. La religión cristiana es lo que cohesiona.
La presencia de soldados rusos ha permitido el retorno de miles de refugiados a Artsaj; sin sentir una seguridad, esas familias no hubiesen retornadoHayk Kasamanyan
P.: Armenia se ubica geográficamente en una especie de encrucijada y geopolíticamente bajo una velada amenaza permanente, rodeada por naciones musulmanas de mucho mayor tamaño y población (Turquía, Irán, Azerbaiyán). ¿Podría afirmarse que la presión musulmana ha sido una constante a lo largo de la historia de Armenia?
R.: Bueno, realmente sí. A mí, en este sentido, me encanta comparar a Armenia con Etiopía. Armenia es el último enclave del cristianismo en Eurasia a día de hoy. Cuando termina Armenia, terminan los límites del cristianismo en Eurasia. Y lo curioso de todo esto es que el islam, cuando se expande y llega a Armenia, a las zonas montañosas, no son capaces de islamizarla, tampoco a Georgia, por eso bajan a Ciscaucasia, a Chechenia, Ingusetia, Daguestán, etc. Y a Etiopía le sucedió una cosa similar. Llegó el islam, no arraigó, continuó hacia Tanzania y Etiopía fue el segundo país que adoptó el cristianismo. Son países con historias paralelas.
P.: Buena parte de su historia transcurre bajo la dominación de otras potencias. ¿Cómo fue la situación de Armenia bajo el Imperio otomano?
R.: Bajo el Imperio otomano los armenios coexistieron. A los turcos les gusta decir que convivieron, pero yo siempre digo que convivencia es otro nivel de relación. Cuando tú tienes una discriminación legalizada e institucionalizada no se puede hablar de convivencia.
P.: ¿Qué puede contarnos sobre un acontecimiento histórico, polémico por las implicaciones políticas que tiene, y que se relación con el actual conflicto de Nagorno, como es el genocidio armenio?
R.: El genocidio armenio ocurrió desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, aunque lo habitual es poner una fecha simbólica: el 24 de abril de 1915. Pero en realidad fue un proceso. Esa fecha se utiliza porque esa noche de abril de 1915 hubo un intento de las autoridades turcas por descabezar a las élites intelectuales armenias: artistas, periodistas, abogados, escritores, etc. A unas 200-300 personas se les perdió la pista esa noche. Pero el genocidio armenio empieza con las matanzas hamidianas, con el Sultán Abdul Hamid, para ser continuado con el Gobierno de los Jóvenes Turcos.
Lo que quiero ante todo es que haya paz y tenemos que buscar alguna fórmula para convivir, no tiene sentido matarnos en bucleHayk Kasamanyan
P.: Cuando en Turquía irrumpe el kemalismo político y cae el sultán de la Sublime Puerta, ¿no hay un cambio de actitud con respecto a la minoría armenia?
R.: Sí lo hay, pero continúa habiendo discriminación. Las grandes fortunas en la actualidad en Turquía son de armenios y griegos expulsados. Eran los que movían el comercio. La base militar de EE.UU. en Turquía se asienta sobre unos terrenos que pertenecían a un armenio. El kemalismo lo que hizo, por ejemplo, fue aprobar una ley de inmatriculaciones inmobiliarias que venía a establecer que, si en cinco años no se reclamaba un bien, el mismo pasaba a propiedad estatal. Debiendo tenerse en cuenta el contexto de persecución frente a los armenios vivido desde finales del siglo XIX y el exilio masivo por tal causa, impidieron en la mayoría de los casos la reclamación de los bienes. También se aprobaron otras leyes relativas al ejercicio de profesiones que evidencian que el kemalismo no mató directamente, pero sí estableció medidas para dar valor a lo túrquico, en detrimento de las minorías griega y armenia.
P.: Sigamos avanzando, ¿existía en Armenia un sentido de pertenencia a la URSS como proyecto político?
R.: En Armenia la identidad nacional siempre ha sido muy fuerte, la URSS siempre ha tenido un sustrato ruso, es innegable: el idioma oficial, los rangos militares son en ruso, etc. La URSS es, ante todo, rusa. Es un proyecto político que arraigaba mejor en ambientes eslavos.
P.: En cuanto a la dificultad para profesar libremente la religión cristiana, ¿hubo persecuciones en Armenia bajo la URSS?
R.: Lógicamente, al tratarse de un país oficialmente ateo, si querías progresar no debías entrar en lugares de culto. Podías llegar a perder el trabajo, te podían degradar; si eras practicante, tenías que hacerlo con mucha cautela. Yo recuerdo que, cuando era pequeño, iba en contadas ocasiones a la iglesia, con ocasión de bodas, bautizos, etc. También recuerdo que mi abuelo, de pequeño, me llevaba a la catedral de San Sarkis en Ereván, cuando me salía alguna herida en las manos, le daba un donativo al barrendero de la iglesia y este me pasaba la escoba de la iglesia por las manos. Ese es uno de mis principales recuerdos religiosos.
Cuando el enemigo usa 1.000 drones para lanzarte bombas, con los rezos no es suficiente.Hay Kasamallán
P.: La labor descristianizadora de los bolcheviques en Rusia fue intensa: matanzas de campesinos, eliminación de popes, destrucción de templos, hasta se incitaba a que los hijos denunciasen la actividad religiosa de sus padres. ¿Su familia le podía transmitir la fe?
R.: Realmente, no. Yo, que he sido la última generación de la URSS, porque nací en el año 1983, no he podido tener esa transmisión. Incluso mi padre, que nació el año 1959, tampoco pudo. El último que ha tenido una vida activa desde el punto de vista religioso fue mi abuelo. En mi caso, he vuelto a la Iglesia, más bien en España, primero tomando contacto con el catolicismo y, posteriormente, reuniéndome con los armenios que mantienen su vinculación con la Iglesia Apostólica Armenia.
P.: Háblenos de la posición histórica y jurídica de Azerbaiyán y de Armenia en relación con Nagorno Karabaj. Los azeríes sostienen que bajo la URSS los distintos distritos que rodean el Alto Karabaj eran parte de la República Autónoma de Azerbaiyán.
R.: Sí, pero para llegar ahí hay que tener en cuenta que, en el año 1921, tuvieron lugar unas negociaciones entre Stalin y los Jóvenes Turcos. La URSS estaba interesada en expandir el mensaje del comunismo en el mundo musulmán y Stalin pidió que la República Autónoma de Nagorno Karabaj se pusiese bajo la administración de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. Nagorno Karabaj antes de ese momento era de Armenia, nunca ha formado parte de un Azerbaiyán independiente. Ya desde la época romana formaba parte de la provincia romana de Armenia.
P.: Y una vez implosionada la URSS, la mayoría armenia en Nagorno declara su independencia respecto de Azerbaiyán.
R.: Así es, pero Armenia no reconoce oficialmente a la República de Nagorno Karabaj. De hecho, esta es una de las críticas que ha hecho recientemente Putin, que se pregunta qué puede hacer Rusia, cuando ni Armenia reconoce esa república. Armenia no la ha reconocido, porque siempre ha tenido fe en que con las negociaciones se obtendría algo y que, previamente, sería una posición muy conflictiva reconocer un estatus definitivo. Respecto a los siete distritos adyacentes, Armenia nunca los ha reclamado ni ha realizado inversiones, porque se preveía que algún día se devolverían a Azerbaiyán. Lo que pasa es que, como es un enclave separado, habiendo obtenido la ventaja militar en la guerra de los años 90, pues es como una zona de seguridad para el territorio de Nagorno-Karabaj. Era como una especie de ventaja a la hora de las negociaciones para el estatus definitivo de Nagorno Karabaj.
Rusia y Turquía son los que de verdad mueven los hilos. La Unión Europea está en su política de deep concern, pero no hace nada más allá de declaraciones políticasHayk Kasamanyan
P.: Históricamente, Azerbaiyán no aceptaba la celebración de una consulta que pudiera decidir el futuro del Alto Karabaj, mientras que Armenia afirmaba su necesidad.
R.: Hay que tener en cuenta que dentro de Azerbaiyán existía el oblast autónomo de Nagorno Karabaj. Cuando Stalin, en 1923, pone este territorio dentro de las fronteras administrativas de la República Socialista de Azerbaiyán, hay un declive demográfico brutal en Nagorno Karabaj, decayendo la población armenia. De ahí que, a finales de la década de los 80, comienza a formarse un movimiento de los armenios de Nagorno, que alzan su voz para volver a reunificarse con la madre patria, con la Armenia de siempre. En esa época incluso hay resoluciones del Parlamento Europeo que instan a la URSS a anular esa decisión arbitraria, así lo dice el Parlamento Europeo en 1988, y a volver a reunificar Nagorno Karabaj con la República de Armenia. Lógicamente, la URSS hace caso omiso por no abrir la caja de Pandora. Pero, en el año 1990, Gorbachov crea una ley marco para la desintegración de la URSS, con el objetivo de encauzar los procesos de independencia. En esta ley se detalla que para las regiones autónomas también cabe la posibilidad de celebrar referéndums por separado. Dentro de la legalidad soviética, por tanto, cabía incluso la posibilidad de celebrar ese referéndum.
P.: ¿Cuáles eran los requisitos exigidos por la legislación soviética para poder celebrar ese referéndum?
R.: Son muy claros. Es una ley del 3 de abril de 1990 y el caso del Alto Karabaj tiene claramente cabida en esa ley. Frente a esta posibilidad, desde Azerbaiyán se invocan disposiciones legales anteriores de carácter general para oponerse a ese eventual referéndum. Y es muy importante tener en cuenta que, cuando se desintegra la URSS, se aplica por defecto el principio de derecho internacional público uti possidetis iuris, por el que se reconoce la última frontera del imperio.
P.: Volviendo al año 2020, ¿podría darnos unas pinceladas de las razones por las que estalla justo ahora el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán?
R.: Estalla porque era el momento propicio para agredir, básicamente. Tengamos en cuenta que Armenia tiene una población que suma, a duras penas, 3 millones de habitantes, mientras que la diáspora armenia triplica la población del país. Se aprovecha la pandemia mundial para tener inmovilizada a la diáspora armenia. Azerbaiyán ha estado durante más de veinte años aprovechando la venta de sus recursos naturales para armarse, así se evidencia con las transacciones armamentísticas recientes con Turquía. Y bueno, también estalla el conflicto porque Erdogan tiene un plan, que es volver a ejercer influencia allá donde antaño la tuvieron. Y los turcos y los azeríes tienen una afinidad etnolingüística total, ambos hablan una lengua túrquica, de la familia uraloaltaica, y ambos practican el islam. Este conflicto, realmente, es un conflicto milenario. Empieza en agosto de 1071 cuando, tras la batalla de Manzikert, el emperador bizantino es capturado por los turcos. En ese año empieza la progresiva turquificación de la península de Anatolia.
Armenia se ha sentido decepcionada, porque esperaba mucha más ayuda de los países con los que posee una afinidad religiosa, que no ha tenidoHayk Kasamanyan
P.: Desde una perspectiva geopolítica, la pinza turco-azerí parece evidente, sin embargo da la sensación de que volvemos a una especie de Gran Juego sobre el Cáucaso. ¿Puede explicarnos el posicionamiento de los distintos actores involucrados en el conflicto?
R.: Es una pregunta muy amplia. Básicamente, los actores activos son Rusia y Turquía, los que de verdad mueven los hilos. La Unión Europea está en su política de deep concern, pero no hace nada más allá de declaraciones políticas. Dentro de la UE, el actor más activo es Francia, que acaba de prohibir a los «Lobos grises», paramilitares turcos. Además, es un país que ha reconocido oficialmente el genocidio armenio. Realmente, en este conflicto nos encontramos con una proxy war, un conflicto de dos potencias en tierra de otros.
P.: A raíz de la intervención pacificadora rusa, interesada o no, da la sensación de que Armenia se ha convertido de facto en un protectorado de la Federación Rusa.
R.: En mayor o menor medida siempre lo fue, pero ahora ha vuelto a ser como antes, ha quedado evidente que, sin la protección rusa, Armenia no puede valerse por sí misma. En Armenia hubo una revolución en el año 2018, otra «revolución de terciopelo», y el Gobierno armenio empezó a flirtear con la Unión Europea y otras instituciones occidentales. Ese movimiento disgustó a Rusia. Este conflicto ha sido una oportunidad definitiva para Rusia de volver a recobrar esa influencia perdida hace dos años.
P.: El ejército ruso ha desplegado en Nagorno a la 15ª Brigada Independiente de Fusileros Motorizados, una unidad que ya ha participado en operaciones en Abjasia, Georgia o Siria. No son simples tropas de mantenimiento de la paz en sentido occidental, sino tropas de combate especializadas en la «coerción para la paz», bien pertrechadas y preparadas. ¿Cómo valora el despliegue de fuerzas rusas?
R.: Necesario. Como he ido comentando, el Alto Karabaj es una zona de clivaje etnolingüístico, lenguas túrquicas versus lengua indoeuropea; y de clivaje religioso, islam versus cristianismo. Teniendo en cuenta que Occidente optó por la equidistancia y en consecuencia la irrelevancia, los rusos se decantaron por tener un papel más activo en esa escisión, obteniendo unos resultados tangibles, sobre todo en comparación con las aspiraciones de Turquía.
La presencia de soldados rusos ha permitido el retorno de miles de refugiados a Artsaj; sin sentir una seguridad, esas familias no hubiesen retornado. Están desarrollando programas de ayudas concretas, escoltando a parejas a bodas religiosas o participando en misas. Se están ganando a la población local a pulso y la población local los necesita, por otra parte. Incluso el Kremlin baraja la posibilidad de «pasportización», es decir, la concesión de la ciudadanía rusa. Al igual que ha hecho en otras regiones, como en Osetia del Sur, por ejemplo. Moscú necesita mayor amparo jurídico para proteger a los ciudadanos y poder implicarse más activamente en caso necesario y, teniendo en cuenta los avances, es perfectamente factible. Por supuesto, esto podría causar fricciones diplomáticas con la propia Armenia, pero en el Karabaj, al final, se necesita una fuerza real de protección.
La presencia rusa, para bien o para mal, asegura que cuando vengan a atacarte hay una potencia que va a dar la cara por tiHayk Kasamanyan
P.: Tras la firma del armisticio, Armenia debe abandonar varios distritos que rodean el Alto Karabaj, que serán ocupados por Azerbaiyán. Se abrirá un corredor entre Najicheván y Azerbaiyán, lo que implicará un estrechamiento en las relaciones turco-azeríes, si bien es cierto que el corredor será controlado por fuerzas rusas. A lo geopolítico, se une, sencillamente, lo humano: desplazados, desaparecidos… ¿Qué es lo que preocupa una vez que el alto el fuego parece que va consolidándose?
R.: En primer lugar, el retorno de los prisioneros de guerra, todavía muchos de ellos bajo manos azeríes, de los que no se sabe su paradero ni su estado. Imaginen la angustia de sus familiares y la preocupación para el país. De igual modo, la situación de aquellos armenios que han tenido que abandonar sus casas ante el avance militar azerí; debemos ofrecer una solución, proveer, al menos, de lo básico. En segundo lugar, en el plano de las relaciones internacionales, la construcción de una verdadera democracia en Azerbaiyán para construir la paz. Es un imperativo un cambio democrático, es más, impulsar un auténtico aire de libertad. La victoria militar azerí lo que ha hecho es legitimar el uso de la fuerza y afianzar el autoritarismo de Aliyev.
También es muy preocupante la agenda islamista global de Erdogan, que, vertebrándose en la Ummah, la comunidad de creyentes del islam, hace hincapié en la religión desde Somalia a Bangladesh, pasando por Nagorno Karabaj. Es una visión excluyente y nociva para la paz mundial. Por otro lado, la sorprendente tolerancia de la OTAN. Se está forjando un poder autónomo con una agenda completamente distinta a los principios y objetivos de la Alianza. Hay un artículo excelente del New York Times, titulado «Turkish Aggression Is NATO’s ‘Elephant in the Room’» («La agresión turca es el ‘elefante en la habitación’ de la OTAN») que lo explica de forma estupenda. La situación ha llegado a tal extremo que Estados Unidos, en diciembre, impuso sanciones a Turquía por comprar sistemas defensivos a Rusia. Las divergencias en la Alianza por el rumbo de Turquía son palpables; lleva una agenda propia distinta a la OTAN prácticamente en todos los escenarios geopolíticos.
P.: ¿Cómo ha quedado la situación política interna en Armenia? Se observaron acontecimientos preocupantes, como el asalto de manifestantes armenios al Parlamento nacional o el desconocimiento del paradero del primer ministro.
R.: A mí me parece mal todo lo ocurrido. De lo que no se está dando cuenta la gente en Armenia es de que el dilema no está entre el actual primer ministro, Nikol Pashinián, y los dirigentes corruptos anteriores, nos hace falta una tercera vía. Es decir, un nuevo primer ministro que, sin perder los logros alcanzados por la «revolución de terciopelo», sepa dialogar y negociar con los rusos, que son el futuro. Es decir, nos hace falta una tercera vía y ahora nos encontramos, por un lado, con los revolucionarios de 2018 y, por otro lado, con los antiguos dirigentes corruptos, que reprochan a los primeros este conflicto como fruto de su mala gestión al frente del Gobierno. Nos hace falta un candidato con el cerebro del anterior dirigente, corrupto, pero con el buen corazón del dirigente actual, inepto.
P.: No parece entonces que el panorama político armenio ayude a la relajación de las tensiones internacionales, ni a la estabilización del Nagorno. Todo apunta a cambios en la política interior, que, en realidad, son forzados por la naturaleza de los hechos.
R.: Sí, la inestabilidad y la incertidumbre lo envuelven todo. La derrota militar ha conllevado el cuestionamiento del primer ministro por su nefasta gestión del conflicto, que ha quedado en evidencia con la dimisión de varios ministros y la renuncia a su escaño de varios diputados de su formación. Un segmento amplio de la sociedad lo etiqueta de traidor; traidor requiere premeditación y mala fe, yo no creo que sea el caso, simplemente, aunque no me agrade decirlo, es un incompetente.
Hay un sector que pide su dimisión inmediata, porque ve la oportunidad de acceder al poder, yo soy partidario de agotar la legislatura y, de forma sosegada, buscar un cambio de gobierno. Las prisas no son buenas y podemos acabar en una inestabilidad aún mayor. No se trata de tomar decisiones en caliente. Es una etapa decisiva y está claro que se nos presentan nuevos desafíos que debemos abordar con cambios respecto a la etapa anterior: mayor participación de la diáspora en las riendas del país, reforma del ejército, incorporar personal cualificado en el servicio exterior, reformar el Servicio Nacional de Seguridad, etc.
P.: ¿Cree que en Armenia se puede llegar a nivel interno a una situación bipolar, pro-rusa versus pro-occidental, como sucede por ejemplo en el caso de Ucrania y como se está intentando forzar desde el extranjero en Bielorrusia?
R.: Yo creo que no. Armenia se está dando cuenta de que sin Rusia no se va a ningún lado, no cabe otra posibilidad. De hecho, este último periodo de dos años, para mí, lo que ha demostrado es que cuando existe una amenaza real, que afecta al ser o no ser, los valores europeos no valen para nada. Porque no hay un tanque que te respalde y, si tu meta es existir, olvídate de los valores europeos que no pueden garantizar tu existencia. La presencia rusa, para bien o para mal, asegura que cuando vengan a atacarte hay una potencia que va a dar la cara por ti.
P.: Cuéntenos, ¿cómo ve el futuro próximo de Armenia en cuanto a su situación político-religiosa?
R.: He leído muchas críticas respecto del aprovechamiento de la independencia de Armenia para arraigar la fe cristiana como un defecto. Y explico por qué. Durante los últimos veinte años, se han construido más de 100 iglesias en un país de 3 millones de habitantes. Eso es lo que se ha hecho en Armenia. Y muchos analistas consideran que se ha invertido mucho en la religión, cuando nuestros enemigos han invertido en drones de uso militar. Pero se trata solo de una reflexión y la realidad es que los armenios, por supuesto, siguen arraigados a la Iglesia y yo creo que no hay que mezclarlo. No obstante, hemos visto que, cuando el enemigo usa 1.000 drones para lanzarte bombas, con los rezos no es suficiente. Armenia se ha sentido decepcionada, porque esperaba mucha más ayuda de los países con los que posee una afinidad religiosa, que no ha tenido. La gente no esperaba este golpe. Pero bueno, por otro lado, la Iglesia armenia es una de las instituciones más antiguas del mundo, que ha funcionado de forma continua desde el año 301 hasta la actualidad.
P.: Hayk, unas palabras finales para concluir esta charla acerca de un conflicto en el que el calificativo ‘complejo’ se nos queda corto. Y en el que parece que solo se acaba de concluir un capítulo más, quedando unos cuantos pendientes de escribir.
R.: Yo lo que quiero ante todo es que haya paz y tenemos que buscar alguna fórmula para convivir, no tiene sentido matarnos en bucle. Tenemos que fijarnos en lo que han sido capaces de hacer los europeos, singularmente los franceses y alemanes en los últimos 50 años. Cabe la posibilidad de la paz y hay que trabajar en ese sentido.
Lilian Grigorian es una reputada cardióloga que lleva treinta años viviendo en España y que ha decidido alzar la voz para denunciar la «armenofobia que experimenta parte de la población turca y que ha provocado sucesivas masacres a lo largo de la historia».
En el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán confluyen los intereses económicos de la región, el afán expansionista de Turquía y la debilidad diplomática de la Unión Europea.